(carta
a mi hijo Joaquín y a Libres del Sur-San Luis)
El conteo de los votos fue fácil. La pelea entre
los dos principales contendientes polarizó la opinión de los electores. Eran
para “Fuerza San Luis” o para “Unidos por San Luis”. Y se iban apilando las
boletas en esos dos lugares, dejando un vacío en el resto de la mesita escolar
que apenas quedó salpicado con unas pocas de colores distintos.
Mi primer pensamiento fue para vos. Con el
corazón estrujado de pena, por la posibilidad de que tomaras a esto como una
derrota catastrófica. Conocidos los resultados de las otras mesas de la
escuela, se fue multiplicando mi temor. Cuando conversaba con las otras
compañeras, fiscales de mesa, ocultaba mi preocupación y trataba de transmitir
una confianza ineludiblemente débil por dentro.
Todo cambió para mí al llegar a la sede del
partido. La numerosa presencia de chicas y muchachos, discretamente bulliciosa,
conversando animadamente en la vereda, me encendió una chispa de optimismo.
“Con esta calidad de militantes se puede seguir pensando en que el futuro es
nuestro”, dije, para mis adentros, e ingresé al local.
A poco de cambiar con vos las primeras
palabras, mi corazón dio un vuelco. Te vi brillar los ojos cuando decías, “en
tal distrito le ganamos al Adolfo”. El mismo Adolfo que comenzó a gobernar San
Luis cuando vos recién cumplías, tres años. Él con su hermano, ininterrumpidamente
han digitado los destinos de la provincia desde hace treinta y ocho años, y ahora
pretenden vender: “hay esperanza”.
Me comentaste con entusiasmo, “en Mercedes
no existíamos, hoy nos votan más de quinientas personas”, “hemos sido capaces
de presentarnos solos”, “estamos presentes en toda la provincia” y otras frases
de una contundencia incontrastable. Fue suficiente.
Fidel quedó con unos pocos combatientes
después del desembarco en la isla, pero la firmeza y perseverancia del grupo
logró contagiar al pueblo cubano, hasta derrocar al tirano Batista.
El 13 de junio de 1904, Juan T. Zavala
protagonizó el derrocamiento de los Mendoza. Esa familia había monopolizado los
organismos de gobierno, en San Luis, durante veintiséis años y, sin el apoyo
del pueblo, se sostenía por la fuerza de las armas. Durante ese tiempo, las
luchas fueron cívicas y también revolucionarias, hasta que la unidad de los
ciudadanos de distintos colores políticos se expresó con violencia y logró
echarlos (paradoja de los tiempos: entre los
revolucionarios también había un tal Adolfo Rodríguez Sáa).
Los ejemplos son muchos, desde Espartaco a
esta parte. Como las tiranías, las dinastías pretenden perpetuarse y siempre
terminan mal. Los Rodríguez no serán la excepción. Ellos venden “hay esperanza”
y yo les compro una sola: que vos estés protagonizando las turbas que logren
derribarlos.
Después de agotar los comentarios, cuando
ya no andaba nadie por las calles, te vi salir de la oficina. Cerraste
tranquilo, miraste la peatonal vacía y antes de enfilar hacia el auto te
paraste frente a la gigantografía de tu imagen, el rostro sonriente, donde se
podía leer: “Joaquín Mansilla – Diputado Nacional”. Y más abajo “El futuro es
nuestro”.
Los pocos segundos de tu detención frente
al afiche alcanzaron para reafirmar la convicción de continuar la lucha. Para
poder participar en las elecciones generales de noviembre, correspondía llegar
al 1,5 % de los votos válidos. Tu partido obtuvo el 1,49 %. Faltó una centésima
para obtener el pase. Ese es el dato matemático de los reglamentos establecidos
para las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. Un dato imposible
de comparar con el esfuerzo realizado por los compañeros y las compañeras.
Número maldito, avaro, egoísta. Especialmente para aquellos que dejaron todo
durante la campaña, empezando por vos.
Cuando
volteaste hacia la esquina te vi la misma expresión de la foto.
Sonriente, con la mirada segura, caminando erguido y con paso firme. Era la
imagen de un luchador encarando su próxima batalla. Convencido de llegar un día
a la victoria y preparado para sobreponerse a todas las vicisitudes. Adiviné tu
pensamiento dedicado al compañero Julio González. Podría haber sido él quien
cerrara esa puerta de la oficina y él quien apareciera sonriente en la foto.
Porque era el referente, el pionero de esta construcción política. Lamentaste no
haber compartido con él todas las disputas que se han venido acumulando.
No soy camarada del espacio y no he
trabajado como quienes te acompañan pero tengo alguna experiencia de viejas
luchas como para decirte y decirles: el futuro es (nuestro) de ustedes, no
deben aflojar. ¡Hasta la Victoria Siempre!
Villa de la
Quebrada, 15 de septiembre de 2021.-
Julio Jorge MANSILLA
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